Todos conocemos la famosa historia de Susana y los Viejos, la mujer babilónica que se niega ante las proposiciones de los viejos, los cuales la acosan mientras ella se baña y ellos comienzan a chantajearla con acusarla de haber sido infiel con otro hombre.
Pero la casta mujer no cede ante la amenaza y acaba siendo llevada ante el tribunal, culpada de adulterio y condenada a morir lapidada, salvada gracias a la palabra de Daniel.
En la composición de la obra de Artemisia Gentileschi se produce una estructura jerárquica piramidal que ubica la figura de Susana en un plano de inferioridad. Susana se siente en peligro y eso se nota en los gestos de su cuerpo y su incomodidad.
Este baño de Susana no parece un pretexto para representar un desnudo femenino, sino de profundizar en un tema como este, y no pasar por alto la gravedad de que una escena de agresión sexual fuera pasada por alto, o romantizada.
La historia de Susana se ha representado de diversas maneras. En el Renacimiento, y sobre todo en el Barroco, este tema adquiere un doble significado. Por una parte, mantiene su objetivo de enseñar aquello que está mal; pero por otra, la escena se va despegando de sus connotaciones religiosas, y se convierte en una excusa para mostrar un desnudo femenino, que incluso llega a evolucionar hasta a parecer que presenta un tipo de complicidad con los agresores.
Consecuencia de estas representaciones de la Antigüedad es que en la actualidad se ha dejado resquicio del contexto distorsionado de la Susana cómplice en las representaciones contemporáneas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario