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viernes, 24 de marzo de 2023

IBN MARDANISH, EL REY LOBO

 ARTÍCULO PUBLICADO EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 2020 EN ACADEMIA PLAY

Muhámmad ibn Mardanish, también conocido como el rey Lobo ―o rey Lope―, fue un monarca del antiguo reino de Murcia, o Taifa de Murcia. Vivió y murió en el siglo XII, en una Península Ibérica donde se sucedieron numerosos reinos cristianos y musulmanes, aliados o enfrentados entre sí según sus propios intereses económicos o de fe religiosa, en la conocida Baja Edad Media.


Ibn Mardanish nació en Peñíscola, Castellón, hacia el año 1124. Fue descendiente de muladíes, es decir, hispanorromanos que adoptaron la religión del Profeta tras la invasión musulmana, e hijo del gobernador o valí de Fraga, Said Ibn Mardanish, quien había combatido contra el rey aragonés Alfonso I, el Batallador. Asimismo, supuestamente, fue apodado como rey Lope (del latín Lupus) o Lobo por su diplomacia, coraje y astucia en la guerra.

Pero remontémonos años atrás. El imperio Almorávide había logrado unificar de nuevo al-Ándalus tras la caída del poderoso califato cordobés de los Omeyas. Sin embargo, poco más de un siglo después, hacia el año 1147 sucumbía el dominio bereber resurgiendo un nuevo período conocido como “Segundos reinos de taifas“. En este período, Ibn Mardanish se trasladó a Mursiyya, la actual Murcia, fundada en tiempos de Abderramán II, convirtiéndose en el emir de la taifa. Renacía el Sharq al-Ándalus (el Levante de al-Ándalus), que alcanzaba su máximo esplendor económico, social y cultural.

El emir murciano ordenó la construcción de diferentes fortalezas: la imponente muralla de la ciudad, con sus casi cien torreones; el Castillo de la Asomada o el Castillo de Monteagudo, ubicado este último en un asombroso monte escarpado, cerca de la capital del levante andalusí; así como los dos edificios del Portazgo, que nunca llegaron a terminar de erigirse. Del mismo modo, construyó el palacio de Dar as-Sugrà, su primera residencia, donde actualmente se halla el monasterio de Santa Clara la Real; y el palacio denominado el Castillejo (precursor de la Alhambra nazarí), su segunda residencia, que se alza a los pies del Castillo de Monteagudo.

Castillo de Monteagudo (Murcia)

En el reino se respiraba prosperidad. Se acuñó moneda propia, los dinares de oro denominados morabetinos lupinos; y se formalizaron acuerdos comerciales con las repúblicas italianas de Pisa y Génova. También se pagaron parias a personajes poderosos como Ramón Berenguer IV, el Conde de Barcelona. Las parias eran impuestos que entregaban los reinos musulmanes a los reinos cristianos para evitar que los atacasen, así como para obtener su protección ante otros. Por tanto, la valiosa moneda corrió imparable por todo el Mediterráneo.

El rey Ibn Mardanish fue un personaje único. A diferencia de los otros emires, vestía como los cristianos y portaba también armas cristianas. Como ya hemos dicho antes, era muladí pero que, a su vez, provenía de mozárabes. Y llegó a obtener la amistad y protección del rey de León y Castilla Alfonso VII, llamado el Emperador. También cabe resaltar que su ejército estaba compuesto, además de por musulmanes, por mercenarios cristianos: castellanos, aragoneses, catalanes y navarros.

Ruinas del palacio El Castillejo de Monteagudo (Murcia)

Como musulmán, nuestro rey reconoció la autoridad del califato Abasí de Bagdad, verdugo impiedoso de los desaparecidos Omeyas de Damasco; sin embargo, luchó tenazmente contra el integrismo del imperio almohade del norte de África. Así, aunque el emirato vivió tiempos prósperos de paz, siempre estuvo bajo la constante amenaza de la guerra, la yihad. Ibn Mardanish fue un musulmán querido por los cristianos y odiado por los almohades, un rey soldado dispuesto a defender con uñas y dientes su floreciente ciudad de Mursiyya, la joya de la vega media del Segura. Allí prosperó notablemente la cultura, también debido al exilio en el reino de numerosos filósofos y poetas andalusíes, entre otras artes, que huían de los territorios conquistados por los intransigentes sarracenos.

Tras veinticinco años de reinado, Ibn Mardanish moría en 1172 en Murcia, una ciudad asediada sin descanso por los bereberes. Ante la temible amenaza del sur, fue abandonado por los reinos cristianos, y hasta traicionado por algunos de sus más allegados familiares. Con su muerte sucumbía el estado mardanisí para integrarse como una región más al imperio almohade.


BIBLIOGRAFÍA

Antonio Rodríguez Hernández. Mi señor Ibn Mardanis. Antonio Rodríguez Hernández, 2015.

Ayuntamiento de Murcia. Recorrer la memoria. Ibn Mardanis. Industrias Gráficas Jiménez Godoy S.A., 2019.

Ayuntamiento de Murcia. Sharq al-Ándalus. Resistencia frente a los almohades. Industrias Gráficas Jiménez Godoy S.A., 1993.

Mikel A. Toledo i Banyuls. Rex Lupus. El sexto reino. NPQ Editores, 2017.

Planeta. Nueva historia de España. La historia en su lugar (3). Al-Ándalus y los reinos cristianos (Siglos VIII-XIII). Editorial Planeta, 2002

Sebastián Roa. La loba de al-Ándalus. Ediciones B, 2013.



Autor: Miguel Costa

viernes, 17 de marzo de 2023

CATEDRAL DE BURGOS, EL ARTE GÓTICO EN CASTILLA


Exterior de la catedral de Burgos

La imagen corresponde con el exterior de la catedral de Burgos, en concreto con la fachada occidental de Santa María, ubicada en la plaza con el mismo nombre. Pertenece a un estilo gótico clásico o pleno, pero también presenta reformas del siglo XVI que corresponden a un gótico flamígero o tardío.

La catedral se empezó a construir en el siglo XIII sobre un templo de estilo románico, promovida por el obispo Mauricio, quien previamente había viajado por Europa y conocía el nuevo estilo gótico francés. El obispo instó al rey Fernando III para la construcción de la nueva catedral: en el año 1221 se inició la obra y menos de cuarenta años después ya estaba finalizada (aunque posteriormente se realizarían más modificaciones). Es, pues, la primera catedral en estilo gótico de la corona de Castilla (y de toda la Península Ibérica) y presenta influencias de las catedrales francesas de Notre Dame de París y Notre Dame de Reims y, en referencia al alzado interior, de la de Bourges. Cabe destacar que, en aquel tiempo, Burgos se había convertido en una importante ciudad gracias a la exportación de lana hacia el centro y norte de Europa, al desarrollarse el Camino de Santiago (paso de numerosos peregrinos) y al convertirse en la capital del unificado reino de Castilla y León. En definitiva, se desarrollaron tres poderes (económico, religioso y político) que la ponían a la cabeza de los reinos peninsulares. De ahí, la necesidad de la construcción de una significativa catedral del nuevo estilo gótico, nacido en Francia apenas un siglo atrás.

Este estilo se caracteriza por la verticalidad de sus edificaciones, muy diferentes ahora a las románicas, que eran más horizontales y con poca luz, sin poseer las atrayentes vidrieras góticas. Al mismo tiempo, aparecieron nuevos elementos arquitectónicos que hicieron posible sus construcciones: los arcos apuntados, las bóvedas de crucería y los arbotantes, así como los pináculos, entre otros. El peso de las bóvedas se desplaza a los arbotantes, y de estos a los contrafuertes exteriores. Ahora los muros se aligeran y es posible la colocación de grandes vidrieras, que inundan el interior con una luz celestial que da sensación de irrealidad (a diferencia de las pinturas más sombrías del románico). De hecho, esta luz es la característica más significativa del gótico. También cambió la escultura, pues ahora los rostros muestran los sentimientos y no son tan hieráticos como los románicos. Este arte se extendió de la catedral a los edificios civiles: lonjas, palacios, ayuntamientos, universidades y hospitales; así como en edificios militares como castillos y murallas. Además, la cantera burgalesa participaría en la edificación de catedrales tan importantes como la de León. Toda una multitud diversa de construcciones que poblaron gran parte de la civilización europea.

Para finalizar, y en referencia a la imagen, observamos una monumental catedral, de tres cuerpos o niveles de altura y dos torres laterales. En el primer nivel (inferior), se encuentran tres portadas, una central y dos laterales más pequeñas, con arcos apuntados y escasa decoración: esto es debido al deterioro sufrido y la posterior restauración. En el segundo nivel, se encuentra un gran rosetón, con tracería de estrella de seis puntas; y en el nivel superior, hay dos grandes ventanales con tracería lobulada y debajo ocho estatuas, pertenecientes a los primeros reyes castellanos, y sobre estos una estatua de la Virgen con el Niño. También hay multitud de pináculos, rematados con agujas los de las torres. Una edificación de las más significativas de España.


BIBLIOGRAFÍA

ALEGRE CARVAJAL, Esther; MONTEIRA ARIAS, Inés; PERLA DE LAS PARRAS, Antonio. Las Artes en la Edad del Gótico, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2021.

FATÁS, Guillermo; M. BORRÁS, Gonzalo. Diccionario de términos de Arte y elementos de Arqueología, Heráldica y Numismática, Alianza Editorial, 2020.


WEBGRAFÍA

http://catedraldeburgos.es/

https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/catedral-burgos-prepara-celebracion-sus-800-anos_16133

https://www.arteguias.com/catedral/burgos.htm



Autor: Miguel Costa

viernes, 10 de marzo de 2023

ANTONETE GÁLVEZ, EL HÉROE CANTONAL

 ARTÍCULO PUBLICADO EL 27 DE AGOSTO DE 2020 EN ACADEMIA PLAY

Antonio Gálvez Arce fue un agricultor, político y persistente revolucionario murciano, también conocido de forma popular como Antonete. Nació el 29 de junio de 1819, en la pedanía murciana de Torreagüera, que en la actualidad cuenta con más de ocho mil habitantes. Esta población se halla ubicada a unos siete kilómetros de la capital, entre la amplia huerta de Murcia y la montaña del Miravete, una serranía escabrosa, de coníferas y peñas negras.

Monumento a Antonete Gálvez (Torreagüera)

Nuestro protagonista creció en el seno de una familia humilde de huertanos, como muchas otras de la zona que subsistían gracias al productivo vergel levantino, huertas bañadas por el río Segura. Vivió en una España de continuas revueltas, que no encontraba la paz ni la estabilidad política: un tiempo de conflictos, tanto internos como externos,  y cambios constantes de gobiernos y gobernantes. Y, como muchos otros personajes destacados de su época, y también anteriores y posteriores a él, fue héroe para algunos y villano para otros.

Antonete Gálvez participó en numerosas insurrecciones de la época, por lo que tuvo que exiliarse en más de una ocasión en el norte de África (Argel y Orán), Francia y Suiza. Fue condenado a muerte y perseguido por el Ejército, la Guardia Civil y hasta por el extinto Cuerpo de Carabineros. Estas fueron instituciones que lucharon activamente contra el insurrecto en distintas batallas localizadas en la montaña del Miravete (Torreagüera), en Orihuela y en Cartagena. Sin embargo, aun luchando contra la ley, nuestro revolucionario siempre defendió a las clases sociales más bajas y lidió contra la tiranía.

Montaña del Miravete (Torreagüera)

Ya proclamada la Primera República Española, Antonete Gálvez fue elegido como diputado a las Cortes por Murcia, decantándose desde el principio por el bando más extremista entre los mismos republicanos: el que defendía la creación de una especie de Estados autonómicos o federales: los Cantones. Paradojas de la vida, por patrocinar un estado con autogobiernos cantonales, parecido al mismo que hoy en día rige España, se convertiría en enemigo del gobierno central de la República.

El Cantonalismo defendía la instauración de divisiones territoriales o administrativas de autogobierno, así como la posterior unión de todos esos cantones formando el conjunto del Estado de la nación, o sea la República o la “Federal”, como también era llamada. El primer Cantón instaurado fue el Cantón de Cartagena o Cantón Murciano. Sin embargo, llegaron a constituirse también en Valencia y en varias poblaciones de Andalucía.

Pero la República se debilitó. La guerra en Cuba, las guerras Carlistas y la propia guerra Cantonal que surgiría a posteriori contribuyeron, entre otras desavenencias, a su prematuro final. Con ella murió el primer sueño liberal de muchos españoles; los políticos no supieron conservarla, como sucedió en otros países europeos. Por consiguiente, restablecida la monarquía de Alfonso XII, el hijo de Isabel II, Antonete Gálvez fue perseguido una vez más. No obstante, la Justicia lo acabaría indultando (Restauración de Alfonso XII).  Así pues, el revolucionario finalmente pudo volver a su casa de Torreagüera y hasta fue elegido concejal del Ayuntamiento de Murcia.

Casa de Antonete Gálvez (Torreagüera)

Antonete Gálvez vivió una vida agitada, fue diputado y preso, líder y exiliado. Protegido por el Marqués de Camachos en la ciudad de Murcia, llegó a ser amigo personal del general Prim y de Cánovas del Castillo, e incluso izó un trapo rojo como bandera en la cima del Miravete, enseña del Cantón de Murcia, donde hoy en día se alza una gran cruz. Se ocultó, con varios de sus hombres, en las peligrosas cuevas de las montañas, cuando los disparos de los mosquetones de las fuerzas gubernamentales sonaban estruendosos en las tardes cálidas de verano o desoladoras de invierno. También se cuenta que, perseguido en numerosas ocasiones por las mencionadas fuerzas y cuerpos de seguridad, escapaba por una cueva que comunicaba con su casa del Huerto San Blas. Más mito que verdad, la leyenda aún pervive entre los murcianos y, con más fuerza aún, entre los paisanos de su pueblo, Torreagüera.

En una conversación de Cánovas del Castillo con el escritor y periodista Gabriel Baleriola, el político le comentaría al literato: “Gálvez es un hombre honrado, un gran caudillo de sus ideas exageradas y un político, a mi juicio extraviado, pero muy puro y muy sincero, incapaz de hacer mal a sabiendas, valiente hasta la temeridad y dotado de sentimientos generosos” (Del libro, Antonete Gálvez, de Gabriel Baleriola, página 89, párrafo 4).

Nuestro hombre pasó los últimos años en su casa del Huerto San Blas de Torreagüera. Viudo y anciano, murió el 28 de diciembre de 1898. Fue héroe y villano, como todo revolucionario. Pero, sobre todo, defensor de su tierra murciana y hombre honesto e íntegro en sus ideales.

A su muerte, la diócesis de Cartagena prohibió su entierro en tierra bendecida. Hasta que, medio siglo después, fue trasladado al cementerio nuevo de Torreagüera, donde a día de hoy reposan sus restos en un panteón familiar.


CANCIÓN POPULAR

En el Huerto de San Blas nació Antonete
al final de junio que ya era verano
y luchó por los montes del Miravete
defendiendo el pan para todo huertano.

Hay Miravete que hermoso eres
donde Antonete supo luchar
y tus mujeres por ser tan bellas
por los muchachos están chalás.

Le gustaba el orden y no la violencia
que es lo que siempre hace todo hombre valiente
en todo rincón de España había alegría
cuando estaba el Tío Antonete con su gente.

Hay Miravete que hermoso eres
donde Antonete supo luchar
y tus mujeres por ser tan bellas
por los muchachos están chalás.

Cuando su esposa ya estaba en el ataúd
estas palabras las dijo el Tío Antonete:
―Hoy se acaba de marchitar esta rosa
la más bella del monte del Miravete.

Hay Miravete que hermoso eres
donde Antonete supo luchar
y tus mujeres por ser tan bellas
por los muchachos están chalás.

En el mil ochocientos noventa y ocho
abandonado y solo murió Antonete
y alguien debió de poner una bandera
en el pico más alto del Miravete.

Hay Miravete que hermoso eres
donde Antonete supo luchar
y tus mujeres por ser tan bellas
por los muchachos están chalás.

En la Cresta del Gallo y Miravete
alguien debe de poner una bandera
con un letrero que bien grande diga
que Antonete fue orgullo de Torreagüera.

Anónimo


A LA GESTA DE MIRAVETE

Sobre la peña encrespada
se eleva un hombre sencillo
de virtud acrisolada,
que anhela aumentar el brillo
de su patria acongojada.

Silban las balas rugientes;
la sangre corre en el suelo,
y un puñado de valientes
la vista dirige al cielo
entre plegarias ardientes.

No vacila; el amargoso
pan del destierro prefiere
a un perdón que es deshonroso
sin que la desgracia altere
su corazón generoso.

Anónimo

BIBLIOGRAFÍA

Antonio Puig Campillo. El Cantón Murciano, Editora Regional de Murcia, 1986.

Gabriel Baleriola. Antonete Gálvez, Editora Regional de Murcia, 1982.

Gabriel Ibáñez Martínez. Torreagüera (Torreagüereños que dejaron huella), Librería Salvá, 1998.

Juan García Abellán. Genio y figura de Antonete Gálvez, Editorial Belmar, 1976.


Autor: Miguel Costa

viernes, 3 de marzo de 2023

EL CID, ENTRE CERTEZA Y MITO

 ARTÍCULO PUBLICADO EL 14 DE AGOSTO DE 2020 EN ACADEMIA PLAY

Don Rodrigo Díaz de Vivar, también conocido como Ruy Díaz o el Cid Campeador, fue un osado infanzón burgalés, jefe de una mesnada propia de caballeros que batallaron en tierras, cristianas y musulmanas, de una España medieval dividida en diversos reinos, donde las guerras y conquistas se desarrollaban con frecuencia en un mundo siempre enfrentado.

Escultura del Cid (Vivar del Cid, Burgos)

Sus hazañas llegan hasta nuestros días, máxime a través del Cantar del Mio Cid, un texto en verso de inigualable valor cultural y literario, escrito en castellano antiguo. En él se relatan las hazañas de nuestro héroe, forjando en leyenda su causa y combinando certeza y mito, luces y sombras en un tiempo cruel, cuando los hombres se mataban a golpes de acero; y, también, grandes gestas que pasarían a los anales de la historia y marcarían a todo un pueblo, el nuestro: España, la vieja Iberia helena. Sin duda, el Cid es el héroe principal de la Reconquista, proeza gestada tiempo atrás por otro ídolo, don Pelayo, en el norte peninsular.

Como en toda leyenda, el Cid ―o Sidi― (cuyo significado es “señor” en árabe), el señor de los moros y de los cristianos, empuñó las míticas espadas Tizona y Colada, y cabalgó a lomos de Babieca, su célebre caballo de guerra.  No obstante, hay quien niega esto, o, por lo menos, expone que los citados nombres no corresponden con los reales, pues solo aparecen descritos en el Cantar de Mio Cid, en definitiva una obra épica no histórica. Con todo, muchos los aceptamos con lealtad y rechazamos otros, pues estos están marcados a fuego en nuestras mentes y, sobre todo, en nuestros corazones.

Ilustración del Cid

Tampoco podemos olvidarnos tanto de la esposa del Cid, doña Jimena, la bella de cabellos rubios, como de sus hijas Cristina y María. Las tres permanecieron confinadas en el monasterio de San Pedro de Cardeña hasta la llegada del Cid, que había sido desterrado por su rey Alfonso VI de León. El destierro se había producido cuando el infanzón exigió al monarca, aun con riesgo de perder su propia vida, jurar que no estaba detrás de la muerte de su hermano Sancho II, el anterior rey castellano y señor del héroe. Como a menudo sucede, el poder no conoce la humildad, y el Campeador sufriría un injusto destierro decretado por el monarca humillado. Mientras, Jimena anhelaba con pena su llegada, vislumbrando desde la alta torre del monasterio los parajes solitarios y abruptos que se distinguían en el horizonte, por donde más tarde regresaría su esposo.

Otro de los firmes pilares que hacen aún más legendaria la historia del Cid Campeador es su “camino”. El Camino del Cid, según relata el Cantar del Mio Cid, comienza en Vivar, su pueblo, y finaliza nada más y nada menos que en Orihuela, en la actual provincia de Alicante, ciudad perteneciente al antiguo Reino de Murcia, muy distante de las frías tierras de Burgos. El Cid y sus hombres recorrieron muchas leguas en sus aventuras y hasta conquistaron Valencia, la capital del sureste español.

Hoy por hoy, el Camino del Cid es una ruta pública y de interés turístico, que se puede realizar tanto caminando o en bicicleta como en vehículo a motor. Además, gran cantidad de establecimientos de hostelería y turismo colaboran sellando con su cuño el salvoconducto oficial, un documento que acredita la realización de la ruta. En la misma portada del salvoconducto aparece el dibujo de una corneja, símbolo del Camino del Cid, con la siguiente leyenda: “A la salida de Vivar tuvieron la corneja a la derecha”, perteneciente al Verso II del Cantar del Mio Cid. Debajo, y toda en mayúscula, la palabra: Salvoconducto; y a continuación: “para andar y viajar a salvo por las tierras e reynos que yo, rodrigo, caminare e viare e conociere”. Así aparece en el excelente poema:

Allí piensan aguijar, allí sueltan las riendas.

A la salida de Vivar, tuvieron la corneja diestra.

Y, entrando en Burgos, tuviéronla siniestra.

Meció mío Cid los hombros y movió la cabeza:

―¡Albricias, Álvar Fáñez, que echados somos de tierra!

Inicio del "Camino del Cid" (Vivar del Cid, Burgos)

Como ya se ha relatado al principio, la historia de don Rodrigo Díaz de Vivar combina certeza y mito; es leyenda y realidad, caminos antiguos, magnos castillos y agitados estandartes al viento.

Información sobre el “Camino del Cid”

Esta web dispone de toda la información necesaria para hacer el Camino del Cid: https://www.caminodelcid.org/.


BIBLIOGRAFÍA

Arturo Pérez-Reverte. Sidi. Alfaguara, 2019.

Cantar del Mio Cid. Austral, 2010.

David Porrimas González. El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra. Desperta Ferro Ediciones, 2019.

Gonzalo Martínez Díez. El Cid histórico. Booket, 2001.

José Luis Corral. El Cid. Editorial Planeta, 2016.


Autor: Miguel Costa

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